Este 2024 abrimos la sección de Gente que Vibra junto a Gustavo Mancini, Jefe de Tintorería en la planta de San Juan. Trabaja en Vicunha desde 2010, y está en la fábrica desde los inicios, es decir hace 30 años. Y como él dice, es un enamorado de su trabajo.
“Desde que estoy en Vicunha todo es una sumatoria de experiencias y desafíos. Trabajo con un crisol de personas muy distintas, a las que busco motivar continuamente. Nunca fui un jefe de escritorio, yo busco ser el mejor líder posible para mi equipo, y todos los días siguen siendo un aprendizaje”, nos cuenta con esa energía y esa calidez que lo caracterizan.
¿Cómo te presentarías a vos mismo?
Nunca me gustó presentarme, porque tal vez mi percepción es diferente a la que tiene el resto, Pero te voy a contar de mis orígenes y las cosas que son importantes en mi vida.
Vengo de una familia humilde, mi papá siempre trabajó en la tierra, y mi mamá se dedicó a ser ama de casa. Tengo un hermano, tres hijos maravillosos y una nieta increíble que es una sabandija. “Amo a mi familia, son los que me llenan de vida”, afirma con emoción.
Soy una persona que le gusta vivir tranquilo y pasarla bien. Disfruto mucho siendo anfitrión en mi casa, que vengan amigos, hacerles un asado, prepararles algo para tomar, y agasajarlos. Me gusta que quieran volver, y hacerlos sentir como en su propia casa.
No me interesan los lujos, ni tener el último auto, ni los grandes viajes… al revés, lo que me hace feliz pasa por lo afectivo, por darle a mis hijos lo que necesiten, y yo poder vivir bien, disfrutando de las cosas simples que son las más esenciales.
“Yo no quise trabajar la tierra como mi papá y mi hermano, quise superarme, ganar mi dinero de otra forma, ¡y bueno, lo conseguí! y estoy muy feliz con mi trabajo, soy un agradecido de esta oportunidad que me dio la vida. Mi trabajo me hace sentir una persona digna, aunque a veces me estresa y me quiera arrancar los pelos, respiro y lo manejo”, se ríe.
¿Tenés alguna anécdota que quieras compartir?
Yo soy muy cinéfilo, me gustan las series y los documentales, y hace mucho tiempo era muy fanático de una serie que se llamaba Mayday: catástrofes aéreas. Me fascinaba verla, no por las catástrofes. Lo que me atrapaba eran las investigaciones que hacían para entender qué había ocurrido. Cuando Vicunha nos rescata de la situación de la que veníamos, me mandan a capacitarme a Brasil, y yo pensé, ¡Uhau cuántas horas en micro!, pero no, era evidente que iba a viajar en avión ¿What? el campesino subiéndose al avión. Lógicamente se me vinieron todos los capítulos que había visto, y pensé: se va a caer el avión. Compré todo tipo de pastillas para dormir, encima no era un solo vuelo, tenía que tomar tres aviones, ¡sí, tres! El avión se movía, yo sentía que cruzaba el Atlántico entero, casi pierdo el vuelo a San Pablo, cuando llego a Fortaleza, yo había viajado todo abrigado, cruzo la manga y me golpea la ola de calor y humedad que sentía que me moría. Después de un par de días acostumbrándome al clima, tuve que tomar un avión para ir a Natal, y la vuelta a San Juan fueron cuatro.
“Me curé de espanto, pasé de cero a cien y sin duda ya le perdí el miedo a los aviones”, nos cuenta risueño.
Algo que tengas pendiente y que te gustaría realizar…
Cosas un poco bizarras. “Me gustaría aprender cocina y ser chef, y piloto de helicóptero”, se ríe nuevamente, y es imposible no contagiarse con su risa.
Gracias Gustavo!